A veces un simple cambio puede hacer que salir de la rutina sea de lo más divertido. Pasar una tarde-noche fuera del contexto general, sin muchos excesos, pero con pequeños cambios convierte cualquier día, en uno diferente.
Una bolera destelleante y fosforita, unas bolas cuyos agujeros se escondían descaradamente y unos chinos cocineros que se daban una maña impresionante.
En fin, una nueva aventurilla que, sin más importancia que la necesaria, merece unas lineas en este espacio. Una tarde en los bolos...