Unos ojos negros, grandes y llenos de luz no han dejado de mirarme durante cinco paradas. Nos comunicamos a través de gestos y sonrisas y nos decimos todo, aunque no sepamos nada. Abarrotados y sin apenas espacios nos hemos encontrado.
Un niño pequeño, con la piel morena y el pelo muy muy rizado me ha enseñado lo bueno del día con una tímida sonrisa que cada vez se hacía más frecuente.
Acabo de levantarme, no me apetece pensar en nada ni en nadie. Pero no desiste en su intento de que me fije en él.
Más que mi sonria, quería que le sacara la suya, y tras quitarme la pesada carga de mi día a día, un bebé al que no conozco, se ha ganado formar parte de mi vida, aunque solo haya estado en ella 20 minutos.