Una voz se alzaba entre la multitud. Un gran problema escondido bajo un pañuelo incapaz de ocultar la triste realidad. Y una sonrisa que ilumina todo y que se proyecta en cada acorde que sale a través de su boca.
Tantos domingos compartiendo protagonismo entre las cuerdas, aprendiendo y siguiendo unos dedos que magistralmente convierten las notas en canciones. Tantos insignificantes momentos que ahora reviven en mi mente con mucha más fuerza de la que podría llegar a esperar.
Impactada por la nueva imagen, me sorprende la voz, la sonrisa y el pañuelo. Voz y sonrisa, los de siempre, y como novedad ese pañuelo que lo único que demuestra es la fortaleza de una persona que si bien no es crucial en mi día a día, ahora ocupa mis pensamientos suscitando la necesidad de plasmar en palabras lo que sentí en ese momento.
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