Buscar

miércoles, 18 de agosto de 2010

EL RATONCITO PÉREZ



Sigilosamente, igual que un ratón y nunca mejor dicho.

La luz del teléfono móvil era lo único que alumbraba mi hazaña y es que más claridad, hubiera hecho abortar la operación.

Un regalo improvisado porque "el ratoncito Pérez no trabaja los domigos".

Poner una caja de cartón blando con unos pendientes rosas y una pulsera aún sin estrenar debajo de la almohada de la princesita de la casa era mi misión.

Me costó trabajo porque agarraba la almohada con fuerza y cualquier movimiento me hacía dudar de su sueño.

Por fin pude hacerlo, me aseguré de que la caja estaba perfectamente colocada y me metí en mi cama con una sensación de nerviosismo.

Recordé la ilusión con la que me dormía cuando mis ratones seguían los pasos que yo, por primera vez, estaba haciendo ahora. Me convertí en Pérez por unos minutos y me gustó.

Aunque me dió pena pensar que ese diminuto roedor ya no recorrerá más mis sábanas, me gustó poder ser yo la que me encontrara directamente con él y seguir con la misión que tan feliz me hizo durante unos años.

1 comentario: