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miércoles, 17 de marzo de 2010

UN GESTO CORTÉS


Bajamos juntos en el ascensor. Sin conocernos de nada más que de habernos cruzado en contadas ocasiones y en el mismo lugar, nos saludamos por educación.

Yo ya estaba dentro y había tenido tiempo de mirarme y retocarme en el espejo, lo mismo que hizo él cuando subió. Tras colocarse la corbata y abrocharse la chaqueta del traje, llegamos a la planta cero.

De manera elegante, abre la puerta y sin decir ni una palabra hace el gesto con el que me doy por enterada de que cortesmente me cede el paso.
Quizás sea una nimiedad, pero ese simple gesto me hace sentir bien y esbozar la primera sonrisa del día.

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